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21.
A una nariz.
Francisco de Quevedo.
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.
Era un reloj de sol mal encarado, 5
érase una alquitara pensativa,
érase un...
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21.
A una nariz.
Francisco de Quevedo.
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.
Era un reloj de sol mal encarado, 5
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto, 10
las doce Tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
muchísima nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.
Francisco de Quevedo es uno de los máximos exponentes del llamado conceptismo, tendencia
estilística del Barroco que pone especial énfasis en los juegos de palabras ingeniosos, en el
uso de la ironía y en la deformación de los significados.
Este soneto es una buena muestra de
ello.
El tema del soneto es la hiperbólica descripción de una nariz, al parecer la de su
contemporáneo y rival Luis de Góngora.
Se trata de una burla o sátira para desacreditar a su
enemigo, pero al meterse con su
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